Sin duda, una de las más destacables
características narrativas de El Quijote son las múltiples voces narrativas. El
Quijote es considerada la primera novela moderna por muchas razones, y no cabe
duda que esta es una de ellas, ya que nadie antes había empleado esta técnica.
Miguel de Cervantes dominaba a la perfección este método de narrar la historia,
lo que le permitió crear un efecto literario distinto al de las obras
precedentes. También se ha destacado de esta obra, lo que se ha denominado la
técnica del “juego de los espejos” que permite mezclar realidad y ficción, y
adoptar diferentes perspectivas dentro de la obra. A continuación, analizaré la
polifonía narrativa de los diez primeros episodios, que incluye la técnica del
"manuscrito encontrado". En la segunda parte se comparará la obra de
Cervantes con la obra maestra de Diego Velázquez, Las Meninas, y la relación de
ambas con el "juego de espejos".
Los múltiples narradores que caracterizan
la obra de El Quijote supuso una ruptura con las técnicas narrativas
anteriores. La obra comienza siendo narrada por un historiador anónimo del cual
no se nos da a conocer absolutamente nada. Como es obvio, el autor de esta obra
es Cervantes, pero en el marco narrativo de la obra, este primer narrador es
también el autor de los primeros ocho capítulos. En estos capítulos el narrador
relata la primera salida de don Quijote y la devolución a su casa por un vecino
de su aldea, finalizando esta parte con su segunda salida. En particular, el
octavo capítulo finaliza cuando don Quijote se halla con las armas en alto en
un duelo contra un vizcaíno. En ese momento la historia se cierra, dejando en
el lector el suspense de la batalla y realizando su aparición el segundo
narrador. El siguiente fragmento se corresponde con el último párrafo del
capítulo VIII, en el cual el primer narrador deja de narrar la historia y deja
paso al segundo:
“Pero está el daño de todo esto que en
este punto y término deja pendiente el autor desta historia esta batalla,
disculpándose que no halló más escrito destas hazañas de don Quijote de las que
deja referidas. Bien es verdad que el segundo autor desta obra no quiso creer
que tan curiosa historia estuviese entregada a las leyes del olvido, ni que
hubiesen sido tan poco curiosos los ingenios de la Mancha que no tuviesen en
sus archivos o en sus escritorios algunos papeles que deste famoso caballero
tratasen; y así, con esta imaginación, no se desesperó de hallar el fin desta
apacible historia, el cual, siéndole el cielo favorable, le halló del modo que
se contará en la segunda parte.”
En la primera oración (“Pero está el daño
de todo esto que en este punto y término deja pendiente el autor desta historia
esta batalla, disculpándose que no halló más escrito destas hazañas de don
Quijote de las que deja referidas.”), ya no es el historiador anónimo el que
narra la historia, sino una segunda voz narrativa, quien en este fragmento se
refiere a sí mismo en tercera persona. Este narrador, a pesar de no participar
en la historia de don Quijote, sí que es un personaje del mundo ficticio creado
por Cervantes. Aquí se puede apreciar la técnica narrativa del “manuscrito
encontrado” que emplea Cervantes. Como dice en la cuarta línea, el primer
narrador no encontró más escritos del Quijote sobre los que escribir, lo que
nos da a entender que el segundo fue el que encontró el manuscrito. Este
narrador pasaría a ser el compilador y el editor del Quijote dentro de este
mundo creado por Cervantes.
A partir del capítulo IX Cervantes pasa a
narrar la historia en primera persona, en un tiempo ficticio, distinto al
tiempo en el cual se narra la historia de don Quijote. Este segundo narrador
nos relata cómo encontró por casualidad la continuación del Quijote en árabe,
escrita por Cide Hamete Benengeli, quien posteriormente pasaría a ser el tercer
narrador, ya que se convertiría en el narrador del resto del libro.
Los tres narradores mencionados conforman
los tres principales narradores de la obra. Sin embargo, también hay un cuarto
narrador que toma importancia en ciertos pasajes. Este es un morisco aljamiado
a quien nuestro segundo narrador mandó traducir la obra de Cide Hamete. Este
morisco, junto con el segundo narrador, realizan aportaciones oportunas a la
obra original de Cide Hamete, oponiéndose a veces en ciertos pasajes a los
pensamientos de este. Aquí se puede volver a apreciar con más notoriedad la
técnica del “manuscrito encontrado”, ya que tanto el segundo narrador como el
morisco, realizan aportaciones sobre unos escritos supuestamente encontrados
con anterioridad.
La mezcla de distintos
narradores, junto con la técnica del manuscrito encontrado, logran dotar de
gran realismo la historia de los acontecimientos que llevaron al supuesto
hallazgo del manuscrito, aunque no la de la historia de don Quijote en sí
misma, dado que proviene de otros supuestos cronistas que la han escrito. Esto
dota de gran complejidad a la obra lo que hace de El Quijote una obra única.
La otra gran técnica narrativa empleada por Cervantes es el “juego de
espejos”, el cual desarrollaré comparando el empleo de esta técnica en El
Quijote y en Las Meninas, la gran obra de Velázquez.
En primer lugar, debe mencionarse que ambas obras pertenecen a la misma
corriente artística, el Barroco, y fueron realizadas por sus autores casi al
final de su carrera y a una edad similar, Cervantes a los 58 y Velázquez a los
56. El hombre del Barroco se caracteriza por su reflexión sobre la
contradicción entre la realidad y la ficción, aspecto que se puede ver en ambas
obras. Pero, ¿cómo un cuadro y un libro pueden guardar tanta relación? Pues
para eso hay que analizar a fondo las dos obras y el juego de los espejos que
en ellas se produce.
Un espejo nos permite visualizar distintas perspectivas de una misma
realidad. En Las Meninas, esto se puede apreciar en sentido literal, ya que al
fondo de la habitación se encuentra un espejo que refleja a Felipe IV y a su
mujer Mariana de Austria de frente, mientras que desde la perspectiva desde
donde está pintado el cuadro solo se les vería la espalda. Esto nos otorga una
mayor amplitud y nos permite ver más allá de la propia obra. Estas distintas
perspectivas también aparecen en El Quijote en los distintos narradores. La
polifonía narrativa nos permite conocer las distintas perspectivas que cada
narrador tiene de una misma situación. Cuando la obra comienza a ser narrada
por Cide Hamete, a pesar de que este es el que narra la historia, tanto el
traductor como el segundo narrador nos aportan sus puntos de vista en ciertos
pasajes. Estas distintas perspectivas se pueden apreciar también en los propios
personajes. Por ejemplo, Sancho y don Quijote no perciben la realidad de la
misma manera; mientras Sancho ve unos simples molinos, nuestro caballero ve
unos gigantes a los cuales debe combatir.
Otro importante paralelismo entra las dos obras es la inclusión del autor en las mismas. Esto en El Quijote se puede ver reflejado en el capítulo VI, cuando se hallan decidiendo que libros quemar para evitar que don Quijote vuelva a caer en la locura. En este pasaje el barbero encuentra La Galatea (obra de Cervantes) en los aposentos del caballero andante. Además, el cura afirma ser amigo de Cervantes, e incluso anuncia una posible segunda parte de la obra (la cual nunca llegó a ser publicada). En Las Meninas también se puede ver al propio Velázquez pintando el cuadro, dotando la obra de una mayor complejidad.
Otra característica común es que, tanto El
Quijote como Las Meninas, intercalan historias independientes a la historia
principal. El Quijote es un libro de libros, es decir, se pueden identificar
pequeños relatos dentro de la historia principal, como son el de Marcela y
Grisóstomo o el curioso impertinente (no pertenecientes a los primeros diez
capítulos). Cabe destacar también la mención de numerosas obras de renombre
como son Amadís de Gaula, La Diana, La Araucana o La Austríada. A su vez, Las
Meninas es un cuadro de cuadros, es decir, se pueden apreciar distintos cuadros
e historias dentro de la propia obra. La sala del cuadro está repleta de otras
pinturas, y se pueden ver historias independientes, como son el pintor que está
pintando, la infanta Margarita y sus sirvientas, los reyes reflejados en el
espejo o el hombre del fondo en las escaleras.
Para concluir se debe mencionar que ambas
obras incorporan innumerables elementos novedosos para la época, entre los que
destacan las diferentes perspectivas de una misma realidad, que hacen dudar al
espectador/lector si ciertos elementos forman parte del mundo ficticio o son
reales. Ambas obras son, sin duda, rompedoras lo que hace que su repercusión
llegue a nuestros días.
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